Los neurocientíficos han tenido siempre un gran interés por comprender el cerebro de los niños superdotados. ¿Qué los diferencia de los niños con una inteligencia media o normal? ¿Qué excepcionales recursos neuronales presentan para mostrar tanto talento intelectual? Muchas de estas preguntas van encontrando respuesta gracias a los nuevos avances en técnicas de contraste, como, por ejemplo, las resonancias magnéticas. Estos son una parte de los descubrimientos de los que disponemos al momento y que podemos consultar en espacios especializados, como The British Psychological Society.
Su corteza cerebral se desarrolla más despacio
Este dato es llamativo. Algo que ha dejado claro la neurociencia y que pudo verse ya con Albert Einstein es que las personas con un elevado CI no tienen un cerebro más grande. Es más, se ha visto que los niños con altas capacidades suelen presentar una corteza cerebral más delgada. Ahora bien, el desarrollo de esta capa se va espesando y engrosando de forma lenta, pero paulatina, hasta llegada la adolescencia.
En los niños con un CI “normal” sucede lo contrario. En la infancia más temprana presentan un corteza más gruesa. Llegados los 12 o 13 años esta área tiende a menguar y a reducir su tamaño. ¿Qué significa esto? Básicamente que el cerebro de un niño con elevadas capacidades se va sofisticando y especializando con el tiempo. Su momento de mayor potencial es la adolescencia.
Las regiones del cerebro están especializadas
Los niños con altas capacidades presentan además un mayor volumen de materia gris en ciertas regiones cerebrales. Recordemos que la materia o sustancia gris tiene que ver con la cognición, la inteligencia y con nuestra capacidad para procesar la información
Esto significa básicamente que alumnos con superdotación tiene más habilidades para manejar datos, analizarlos y extraer conclusiones.
En el cerebro, hay 28 regiones relacionadas con nuestra habilidad para razonar, actuar, focalizar la atención y reaccionar ante los estímulos sensoriales externos. Los niños con altas capacidades presentan una mayor especialización en cada una de estas áreas.
Mayor conexión neuronal
Mientras que la materia gris es la que contiene y maneja la información, la materia o sustancia blanca es la que la mueve, quien facilita la conexión entre neuronas. Ya podemos adivinar, por tanto, que en el cerebro de los niños superdotados esta es sin lugar a dudas una de sus características más notables. Su eficiencia neuronal es enorme.
Tienen, por así decirlo, muchas más carreteras y autopistas neuronales para conducir datos, información, conceptos. Además, son vías intercomunicantes, un entramado amplísimo, sofisticado e hiperconectado donde todo funciona muy muy rápido. Ahora bien, esta característica también tiene sus desventajas.
A veces, pueden surgir atascos. Es decir, el niño o la niña con altas capacidades se puede sentir colapsado ante tanta información procesada, ante tantas relaciones que lleva a cabo entre unas ideas y otras. De ahí, que a veces quede bloqueado ante tantas ideas, ante tantas hipótesis e inferencias. Tiene tanta actividad mental y neuronal que a menudo, puede tardar mucho más en entregar un examen e incluso en responder una pregunta en apariencia simple.
La plasticidad cerebral, su mayor ventaja
Gran parte de los trabajos neurocientíficos resaltan la gran plasticidad que presenta el cerebro de los niños con altas capacidades. Tal y como hemos señalado al inicio, su corteza cerebral crece más despacio, se especializa y va cambiando de forma constante. Se van creando nuevas conexiones, nuevas carreteras de forma gradual para facilitar el aprendizaje.
Cuando un niño presta atención a una nueva experiencia, su cerebro cambia, se especializa, se construyen nuevas vías, caminos neuronales para comunicar áreas, regiones, estructuras. La plasticidad de los niños superdotados es tan maravillosa que muchos neurólogos señalan que son mentes en continuo crecimiento. Mentes hambrientas y deseosas de interacción que no siempre sabemos atender como merecen.
Para concluir, algo que merece tener en cuenta sobre lo analizado, es la horma en que madura el cerebro de los niños superdotados. Es gradual pero sofisticado y tiene su pico en la adolescencia. Mientras los niños con un CI normal lo tienen sobre los 5 o 6 años, son los adolescentes con altas capacidades los que exigen mayores demandas llegada esta edad.
Necesitan ante todo de un entorno favorecedor que les permita potenciar aún más sus capacidades, impulsar su plasticidad cerebral. Si lo que le rodea a ese niño de 10 o 11 años es un entorno estructurado y poco ajustado a su potencial, lo más común es que tienda al ostracismo y la frustración. Seamos por tanto más sensibles a estas mentes tan despiertas, pero frágiles a la vez en muchos aspectos.
Autor: Paloma Morcuende
Psicopedagoga especialista en orientación educativa, dificultades del aprendizaje y neuroeducación y optimización de capacidades.