¿CONVIVES CON UN ADOLESCENTE?

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La adolescencia es una etapa que se creó para acompañar al niño en la transición a la adultez. Se caracteriza por la búsqueda de identidad, es decir, comienza a cuestionarse quién es el/ella, sus gustos musicales, su orientación sexual, sus creencias, etc. es un momento de transformación.

Este ciclo vital se distingue por la activación del cerebro explorador. La novedad, el buscar y experimentar están a flor de piel y esto conlleva a cometer errores, los cuales son parte del proceso de aprendizaje y necesarios.

Lo importante para un/a adolescente es que tengan una base segura (un adulto) a donde acudir cuando lo necesite. La pregunta que debes hacerte es ¿Qué necesitas de mi? es clave en estos momentos. El mensaje que debe recibir el adolescente es “sé que no lo estas pasando bien, me doy cuenta, pero aquí estoy contigo de la manera en la que tú necesites”. Los/as adolescentes eligen cuando te van a permitir entrar en su mundo y cuando no, lo importante es que sepan que cuando lo necesiten tú vas a estar dispuesto/a.

Los adolescentes necesitan una base segura donde poder reparar sus alas con un adulto y después puedan volar solos.

¿Cómo mantenerte cerca sin que el/la adolescente sienta que le estás invadiendo su vida?

  •  La autoridad se puede ejercer en una relación cercana con roles diferenciados, rol de padre o madre y rol de hijo/a. No por ello te van a tener menos respeto, en cambio le ofrecerás un modelo de vinculación sano. Desde una relación de autoridad y de mandato no le enseñas a reflexionar, el mensaje que recibe es “se hace y punto, porque yo lo mando” y esto sólo provoca enfado y por ende las discusiones.
  • Queriendo escuchar a su hijo/a para poder comprenderle sin colocar prejuicios o expectativas que no son suyas. Los adultos a veces tienden a inculcar a sus hijos/as sus propios intereses. Lo ideal es descubrir junto con el/la menor los suyos propios.
  • Ir despidiéndose del niño/a que ya no tienen. El/la adolescente no va a depender tanto de los padres, y esto en algunos casos cuesta aceptar. Esto hace que los adultos también tengan que plantearse su rol de padres e ir descubriendo cómo son ellos son un adolescente en casa. Irán ganando y recuperando otras dimensiones como la pareja o de uno mismo, como puede ser el tiempo.
  • Empezando a negociar: En la niñez siguen las directrices de los adultos, pero en la adolescencia empiezan a opinar más. Escuchemos su contra-argumentación, como autoridad valoraréis qué es lo mejor para el/ella, pero tiene derecho a ser escuchado/a. El diálogo y la flexibilidad en esta etapa son fundamentales.
  • Tratando de introduciros en el mundo de los adolescentes y no introducirles a ellos en el vuestro. Necesitan sentirse entendidos para que no sientan que estáis a años luz de su época.
  • Aceptando que tu hijo/a es distinto a ti. Renunciar a que no es una fotocopia tuya y que no va a cumplir los sueños que tú no pudiste cumplir. De esa manera no le ofrecerías la posibilidad de ser quien es él/ella.
  • Respetando su intimidad, necesitan su espacio.

Para finalizar, me gustaría retomar la idea de la construcción de la identidad. Para poder diferenciarse de sus modelos parentales (educación, gustos, valores, dinámicas familiares, creencias, etc.) y poder construir su propio camino hay que ayudarles hacia la autonomía. El menor va a ir explorando la posibilidad de ser él mismo o ella misma, pero este proceso pasa por que los padres y las madres se cuestionen a ellos mismos. Es decir, los papas y las mamas van a pasar de ser los superhéroes y superheroínas a no serlo, ya que los menores pasaran a no aceptar cosas que antes las daban por hecho y ahora debatirán su punto de vista. Por este motivo, los referentes van a cuestionarse y plantearse quienes son ellos como padres y madres de un/a adolescente. Tendrán que lidiar con la omnipotencia que desearían tener sus hijos/as y la verdadera realidad, que aún les necesitan.

Los adolescentes no quieren que los padres les sigan prestando su vida, sino que les permitan construir la suya propia.

Autor: Irene Gil